Cielo nublado, los jirones agitados de las mariposas, no producen sombras, las dunas de mis labios sintonizan el himno de los inmóviles y mis brazos guardan un perfil escarpado. El recorrido por las venas - tatuado en la piel -, es el único modo de maldecir a la gravedad. La herida de una espina en el rostro - accidente pueril al sembrar una palmera -, me disfraza de un pirata exiliado y mientras tú, callada.
Por mi parte, no dejo de caer en el acantilado más frío, más solitario, mujer, te sigo amando y seguro - ¿sabes? -, será así mañana.
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