No, no puedo estar sin ti, no concibo segundos, mucho menos horas, no habrá exilio voluntario de tu parte, no lo habrá, me amas, me amas y te amo. Tras escribirte, encuentro ventanas que me dejen respirar, tras escribirte, encuentro la calma. La mujer que amo - pienso -, ya lo sabe. Despisto, hago lo que puedo, esta noche lluviosa. Edifico tu imagen en mi habitación y así te mantengo en mi boca. Mi piel, desbordada en fuego, por el efecto de una temperatura artificial, se contrapone al golpeteo susurrado del viento (lo escucho en el exterior), acerco el rostro a la ventana y mi mano - insolente -, reta a la naturaleza; lo coloco contra la ventana - a la altura de mis labios - y así dejo marcadas mis huellas dactilares. ¿Es fuego lo que mana de mi mano? - pienso -, esta obra de arte humedecida, es para ella - susurro - (buenos días amor mío)
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